Estuve en algo así como la avenida principal de un barrio, con Cyrano Fernández, mirando hacia la otra calle mientras los coches circulaban con la afluencia típica de una comunidad despertando y saliendo a trabajar, en la calle del frente, si los coches lo permitían podía divisar algunos garages y algunos locales, había uno en particular cuya puerta era pequeña y de madera, como la de un baño, y adentro no había luz, era un cuarto oscuro.
A lo lejos en la otra calle podiamos ver a Alba, parada cerca del portón de dicho barrio, el portón era un poco como la puerta de “Welcome to Jurassic Park” pero más baja. Con la afluencia de vehículos se nos escapaba de la vista a Cyrano y a mi, tampoco podíamos ver la puerta de madera si algún coche se atravesaba mismo, pero quién estaba del otro lado de la pequeña puerta?
Yordano, aquel famoso cantante del pelo rizado, entre los cinco grandes de la música pop producida localmente de antiguas épocas: Franco De Vita, Ilan Chester, Yordano, Sergio Perez, Frank Quintero. Despues de años sin producir nada, se dedicó al comercio ambulante, era común verlo por estas calles vendiendo chucherías que colocaba a la vista en una caja de herramientas de color azul y gris, pero últimamente de unos pocos años para acá se mete en ese cuarto a venderlas desde allí, con algo de desgano…Ilan Chester anda en las mismas pero en otro tipo de negocio según me dijeron.
Se hizo de noche, y era hora de usar el Metro, habiendo en esta Caracas del futuro tantas líneas, entrelazándose con otras líneas, y cada día progresando la construcción de las nuevas estaciones, y esta noche salí tomando la típica ruta hacia el sur de la capital, atravesando la estación Parque del Este, pasando por la sombría transferencia hacia La Hoyada, luego un poco más cerca de Hoyo de la Puerta, las estaciones y sus rutas al descubierto que eran parecidas a Petare pero sin vidrios, sino con rejillas, hasta llegar a la parcial estación París.
La estación París era la nueva estación estandarte símbolo del Metro de Caracas, fue ideada para desembocar en algo así como entre San Antonio y Los Teques, en una zona en franco crecimiento económico, la estación París contenía varios pisos, varios edificios de utilidad para el ciudadano, y no tan lejos de allí había una réplica de la Torre Eiffel, cuando desembarcamos aún dentro de la estación el cielo comenzaba a aclararse, los obreros aún trabajaban mientras amanecía, eran, calculo yo, las 4’40 am.
Las escaleras, aún con las cabillas al aire, llevaban hasta el bello vestíbulo de la estación, dentro de dicho vestíbulo esperamos el ascensor, que aún no era un ascensor completo, era un ascensor de obreros, pero por lo pronto eso es lo que hay en funcionamiento, subí al tercer piso pues ahí hay un mirador para observar toda la obra, y a mano derecha, en el mismo piso, funciona un Cine. Una vez llegado al tercer piso tuve que asistir a otro ascensor que transportaba obreros pues debía ser jalado por un mecate.
Me hizo acordar cuando una vez en Los Dos Caminos, en la época cuando ese lugar había quedado deshabitado y con sus calles sucias, vi en los edificios administrativos de MetroCA la maqueta de la futura estación París, tan apoteósica, tan esplendorosa, y tan tranquila, aún faltaba terminarla para ser un verdadero paraíso mismo.
De regreso a la comuna, estaba la gente en los preparativos para un partido de fútbol, jugaba la selección nacional y había que ir a apoyar al estadio, debíamos ir todos de rojo, pero mientras todos estaban ensayando las notas del himno socialista, fui a comprar chucherías donde Yordano, entreabrió la puerta y hablé con él, le saludé, tomé unos chocolates y en eso me encontré con una vieja amiga que hizo una pequeña gran travesura mientras yo no estaba presente.
Tengo que comentarte algo; me embaracé de Yunior –me dijo
Ae, pero cómo es esto posible? es decir…Yunior es un niñito (ficticio) de 10 años de edad, y esta amiga tendría unos 21 años, cómo hace un niño de 10 años para lograr algo así? vamos! son más de diez años!
De la sorpresa olvidé que tenía un chocolate que me había llevado de Yordano, pero no había pagado por él, así que de estar en la cocina, lavando un pantalón a mano en la batea de granito, fui de nuevo a donde Yordano para pagarle, en el camino me encontré con José Gregorio, sorprendentemente me decía que desde ahora contáramos con él como alguien más que apoya el fútbol nacional; eso significa que iría al partido también.
La marcha que iba al estadio se podia ver por el radar de la caseta de vigilancia del personal de nuestra estación del Metro, somo si se tratara de un rectángulo de pixeles rojos ordenados y equidistantes uno a otro, y entre ellos debía estar yo, subiendo las escaleras mecánicas junto con ellos.
Finalmente ha llegado la hora del partido, vamos todos de rojo, junto a la fanaticada, como un regimiento, ordenados todos en filas y columnas, cada cabeza es un cuadro, y cuando iniciamos la marcha hacia el estadio, cantamos el Himno de la República Socialista…
Lástima que cuando empezamos a cantar el himno, me percaté que no podía yo salir a la calle en este estado, con una franela roja pero con pantalón de pijama de algodón, entonces rapidamente busco uno que sea rojo entre el viaje de ropa misma que poseo en mi closet, pero no consigo ni uno, así que tuve que conformarme con uno azul que al menos no parecía pijama, pero oh cielos, tampoco puedo ir al partido con estos interiores imperialistas, oh mirad! he aquí unos rojos, muy bien usaré los rojos, las medias! tampoco puedo ir a un partido de la selección socialista con estas medias imperialistas debo ponerme aquellas que parecen nuevas al menos!… vaya enrredo.
~Fin~
Todo lo anterior es ficción.