Yo miraba el paisaje por la ventana, dentro del autobus, era una tarde de verano en 1999 y el bus pasando por un barrio bonito, yendo de subida, las casas caras, jardines lujosos y allá arriba el sol hacía al cielo azul, y yo? vistiendo la camiseta del Fluminense, y cargando mi blanco morral deportivo…
Fabiano conmigo en el microbus, ambos mirábamos las casas y admirábamos lo bonito de aquel barrio limpio, mientras seguíamos subiendo. Al llegar al campo de entrenamiento hacía un buen clima, el terreno de juego un poco tierrudo, aún necesitaba tiempo para que la grama creciera, listos todos para iniciar el entrenamiento, bajo un sol clemente.
Quién diría que estas imágenes serían un día parte de algún álbum de fotografías para recordar el pasado, para vivir nuevamente la película que reprodujiere nuestro cine de las memorias, aquí dentro de nuestras cabezas y de las de cada uno de los que vivían con nosotros cuando ocurrieron esos momentos.
Nuestro trabajo en el campo de fútbol era permanecer en una posición ofensiva, esperando un contragolpe mortal, cuando nuestros compañeros de entrenamiento debidamente etiquetados para diferenciar ambos bandos eran quienes movían la bola.
Cerca de la mitad del terreno de juego pero aún de nuestro lado del campo estábamos nosotros, defendiendo un saque de esquina a favor del bando rival, nuestros compañeros defensas y mediocampistas amontonados en el área grande para controlar el lance del contrario, en realidad esperábamos para armar un contragolpe mortal.
De pronto la bola vuela por los aires, en su viaje es rechazada por uno de nuestros defensores, le cae al armador, éste se la manda a Fabiano quien me la entrega y hace una gran carrera, le hago un pase al vacío, siendo que él era más velóz, allí iba el trigueño haciéndose con el espacio, pero en la banda le es cerrado el espacio, yo intento adelantarme por el sector central del campo mientras él mantiene el control del balón, entonces con decisión y finta me manda un pase adelantado elevado con suficiente precisión como para yo recibirlo sin problemas, el efecto con el que viene el balón permite irme del defensa que intentaba entorpecer mi corrida.
El escenario está listo, si recibo bien el balón seré yo solo contra el guardameta, que con certeza vendrá a reducir mi amplitud de chute, para mi sorpresa, viene sin guardar distancia directo a lanzarse sobre el balón, siendo que el mismo viene rebotando me es fácil chutarlo de un modo que bañe al portero, y así es, no fue un gran arco de trayectoria, no fue un gol de Romario, pero cruzó la meta y me beso la camiseta.
Ahí estábamos ambos, los números 9 y 18, en un campo cercado, sin público, algo pedregoso, diciendoles “Flumínense!”
Fluminaos, que somos el 9 y el 18, delanteros de las fuerzas básicas del Fluminense FC.
~Fin~
Todo lo anterior es ficción.
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